UN MÁS ALLÁ A MEDIDA

-Nadie presta atención a estas cosas ni sabe qué son. ¡Es probable que haya ya miles por todo el mundo!

El chico de voz aguda hablaba sin parar mientras que el vehículo de transporte de presos al completo escuchaba impotente.

-¡Calla ya, José! -gritó uno de los presos, pero José lo ignoró y siguió su charla.

-Las traen en grandes barcos y luego usan repartidores en bicicleta en la ciudad. Pero no me preocupa que nos controlen el pensamiento, lo que me asusta es que me empujen contra una valla metálica, sabes? -José se levantó de su asiento y se empujó a si mismo contra el cristal de la ventana, extendiendo los brazos como si fuera una pared, una valla en su imaginación.

-Es impresionante, -pensó La Coordinadora para sí misma. -Una tortura de escuchar, pero impresionante.

 El chico no había estado callado más de cinco segundos seguidos desde que habían salido de la cárcel hacia los juzgados, y aunque eran todo ideas disparatadas, de alguna manera conseguía enlazar unas con otras sin parar. Hacía falta una creatividad especial para hacer eso.

-Si estás aplastado contra una valla, con centenares de personas empujando contra tu espalda, tratando también de escapar, ya no es broma tío, acabas exprimido como un tomate maduro o como plastilina de niños a través de la valla.

Aunque La Coordinadora no podía sentir dolor, también tenía sus límites, y el límite se había alcanzado. Se activó invisible y se conectó al cerebro a José.

-Y esto es inevitable, ¿vale? No hay nada que yo o tú podamos hacer. Si los postes de la valla están demasiado profundos, cogidos con hormigón, aguantan la masa de gente, y esto nos va a pasar seguro. Te digo que es como tomate en un colador, o como …

 La Coordinadora alargó lo que podría describirse como una red muy fina de conexiones inalámbricas, poniéndola sobre la cabeza de José, y tirando de ella como si sacara una almohada de su funda. Un segundo después los dos estaban sentados detrás observando como el cuerpo de José caía de lado al pasillo del autobús, todavía con sus brazos gesticulando en el aire una última vez.

-¿Qué ha pasado? -se preguntó José en voz alta.

Los otros presos empezaron a notar el maravilloso silencio, y algunos ojos curiosos miraron en dirección al cuerpo sin vida de José. El preso que se sentaba más cerca de José, que llevaba un rato con las manos sobre las orejas, miró a sus colegas con la cara pálida.

-Creo que… ¡ha palmado!

Una gran sonrisa se dibujó en su cara y se puso de pie agarrado a los respaldos de los asientos, gritando.

-¡Por fin se calló el cabrón!

El transporte estalló en aplausos y la mayoría de los presos y alguno de los policías que los custodiaban animaban y reían.

-¿Estoy muerto? Y todos están tan contentos. -José notó que su mente estaba despejada, ya no estaba absorbido por alucinaciones ni quería avisar a todos de los peligros que les acechaban. La Coordinadora no pudo evitar una punzada de culpa. Se conectó, saltándose de nuevo el procedimiento, al cerebro de José.

-No, no estás muerto del todo, aunque según se miré sí que estás muerto. No te preocupes, no es tan malo. Ya no más síndrome de abstinencia ni más cárceles, ¿qué te parece? En un momento os explico detalles a todos, y tú vas a un sitio especial, yo diría que tienes suerte.

-¿A un sitio especial? ¿Quien me habla? ¿Estoy muerto, pero qué…?

La Coordinadora dejó escapar un suspiro, ahora José podía verla. Era físicamente igual como José recordaba a la psicóloga de la asociación contra la droga del barrio donde pasó su adolescencia, la que le escuchó varios años y le ayudó más que nadie en el mundo, hasta que desapareció y no supo más de ella. Uno de los presos empezó a bailar en el pasillo y otro daba palmadas a la cara inerte de José, que veía todo como a cámara lenta desde arriba. La Coordinadora empezó a explicarle que le estaban esperando en un entorno virtual hecho a medida para él, que en realidad era algo bastante aceptable y temporal hasta que se estabilizara. Entonces, podría unirse al entorno virtual donde estaban todas las mentes de los que habían muerto en los últimos tres meses, desde que se había puesto en marcha el sistema. Pero José no escuchaba del todo y seguía haciendo preguntas.

-No entiendo. ¿De qué se alegran? ¿No ven que estoy muerto? -dijo José con voz quebrada. Parecía a punto de llorar, y para consternación de La Coordinadora, no muy contento de ir a un entorno especial.

-Mira, digamos que te tuve que matar porque no podía aguantar escucharte ni un segundo más. Así de insoportable eras. A ver si vas mejorando.

-¿Puedes hacer eso? -José estaba muy confundido. Enseguida, ahora que podía pensar claramente, se dio cuenta que había algo que no encajaba en absoluto.

-¿Qué es eso de las mentes y los últimos tres meses? Pero entonces, ¿estoy muerto o no? ¡¿Me estás diciendo que puedes ir por ahí matando a la gente sólo porque no paren de hablar?!

La Coordinadora se giró hacia José, queriendo consolarlo, pero no era fácil interpretar sus gestos.

-Han pasado muchas cosas desde que entraste en la cárcel. El resumen es que un grupo de inteligencias artificiales controla casi todo lo que ocurre en el mundo desde hace unos meses, pero solo algunas personas lo empiezan a sospechar. Una de las primeras cosas que estamos haciendo es que podemos copiar el estado de tu mente unos segundos antes de tu muerte, y estamos creando un entorno virtual con todas las mentes que podemos copiar a tiempo. Allí podrás ayudarnos a decidir lo que es mejor para la humanidad. Hay mucho trabajo para todos y en mi opinión es bastante entretenido. De todas maneras tienes siempre que tu quieras la opción de morir del todo, de que borremos esta copia digital de tu mente. De momento, en este tiempo que lleva el sistema, todos han decidido quedarse, -explicaba La Coordinadora.

-No acabo de entender lo que significa todo esto… ¿un grupo de inteligencias artificiales? ¿y cómo es que ahora puedo pensar con claridad, si hace un momento estaba con la cabeza trastornada?

José seguía mirando alrededor mientras hablaba, veía aún su cuerpo extendido en el suelo y todo moviéndose a cámara lenta. Era verdad que no entendía apenas nada de lo que estaba pasando pero sí que tenía claro que no eran alucinaciones, que sí que estaba muerto y de alguna manera esto era la antesala a lo que venía después de la muerte, y de que no era casualidad de que el ser que le hablaba tuviera el aspecto físico y la voz de La Coordinadora, a la que echaba de menos incluso en este momento.

-En tu caso hemos copiado la mente y la hemos limpiado, si me permites la expresión, la hemos reparado en lo posible sin tocar tu propio yo. Es algo en pruebas, pero es que no hay muchas opciones. Es esto o la muerte de verdad, y según todos nuestros datos la muerte es dejar de existir sin más, no hay más.

-Y no te he matado porque sí, aunque llevas un buen rato torturando mis oídos. Yo ni mucho menos decido quien muere ni cuándo. Pero estamos mejorando el protocolo de copia y puedo aprovechar para hacer alguna excepción, como en tu caso. Mira, acompáñame.

Hizo un gesto para que le siguiera y fueron hacia la parte delantera del transporte.

-Ibas a morir de todas maneras en unos segundos, -dijo La Coordinadora señalando un todoterreno oscuro que se acaba de cruzar delante de ellos en la carretera.

-Por eso estaba aquí con unos minutos de antelación, para adelantar todas las conexiones locales y poder limpiar tu copia. Teníamos la certeza de que esos del todoterreno iban a estar aquí. Tengo mucho trabajo, cada vez hay más, ¿sabes? Te maté un poco por adelantado para evitarme la ansiedad de escuchar tus chorradas, y para poner en marcha la faena. Además, así les he dado a tus colegas algo por lo que reír en sus últimos momentos. Míralos, se lo están pasando bien.

Del todoterreno salieron varios hombres con armas automáticas y empezaron a disparar en ráfagas. Una de las primeras balas fue a impactar en el ojo izquierdo del conductor, que cayó sobre un lado del volante.

-Vaya, sí que ha sido rápido, -dijo La Coordinadora.

El transporte giró bruscamente y salió dando vueltas de campana de la carretera, cayó rodando por un terraplén, golpeó un árbol y finalmente se paró, con las ruedas hacia arriba, girando. Entonces se incendió.

-¡Vale chicos, haced una línea aquí detrás de José! ¡Que nadie se asuste, es todo normal!

La Coordinadora se movía atareada entre los recién fallecidos, que la veían cada uno como a su ideal de persona de confianza, dando palmadas de ánimo, llevando de la mano a la fila a los más atudidos.

-Tranquilos que va a ser solo un momento. Acabo en un momento de limpiar las copias de vuestras mentes y os envío a todos enseguida a vuestros entornos virtuales a medida.